TODO EN LA NOCHE
Extraña te veo
sin esas manos blancas de fantasma
o de ternero huérfano.
Todas las hojas de tu cuerpo
se fueron cayendo a los pies de la nada ,
que ya había empezado a enterrar nuestro libro de familia hace tiempo.
Sólo se escuchaba el pisar nocturno del dolor,
que se dosificó cómodamente en horas y morfina.
Me despierta el quejido permanente del pasillo,
mientras aprieta una espalda casi de vidrio.
Todo en la noche.
Con la serenidad y el hedor rancio de una alhaja antigua,
se dispusieron ropa limpia, toallas y un reloj
para cronometrar últimas peticiones,
antes de que un simple trámite ,
se llevara en quince minutos exactos ,
la exactitud de tu nombre .
Madre.