No pude llevarme mas que el viento
cuando la espuma cubría cada vértice de la tierra.
La lluvia dejó su gris
y fragmentó el alma,
el mar,
las dudas.
el aliento,
y todas aquellas fotografías
color sepia
impacientes por devorarse a si mismas.
Se instaló un diluvio divergente
que aprendió calando
los huesos de la libertad,
y así mis ojos incrédulos
fueron repitiendo el horizonte
antes de comprender
que no hay sitio para naufragios
en aguas tan pequeñas.
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